António Damásio: "los sentimientos nos hicieron humanos"

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¿Qué nos hizo humanos? ¿Qué es lo que no conseguirá nunca la inteligencia artificial? El neurocientífico António Damásio tiene la respuesta: las emociones, los sentimientos.

¿Qué fue lo que llevó a los seres humanos a crear las culturas, ése impresionante conjunto de prácticas e instrumentos, donde se incluyen el arte, los sistemas morales y la justicia, la gobernación, la economía política, la ciencia y la tecnología? La respuesta habitual a esta pregunta remite a nuestra inteligencia excepcional, asistida por una facultad humana sin igual: el lenguaje.

En El extraño orden de las cosas, (Ed. Destino) António Damásio ofrece una respuesta diferente.

Según el neurocientífico, los sentimientos – como el dolor, el sufrimiento o el placer anticipado – fueron las fuerzas motoras primordiales del emprendimiento cultural y los mecanismos que impulsaron el intelecto humano en la dirección de la cultura.

De uno de los neurocientíficos más importantes del mundo nos llega el que sin duda será una de las obras de referencia sobre el origen de la vida, la mente y la cultura, y que ofrece una nueva forma de entender la vida, la cultura y los sentimientos.

En este libro, el autor nos aporta las claves para comprender qué son los sentimientos y qué relación tienen con nuestro cuerpo. Una vez más, nos demuestra que cuerpo y mente están íntimamente relacionados y que los sentimientos son los cimientos de nuestra mente.

 Damasio nos presenta una investigación única y pionera sobre la relación que se establece entre el hecho de sentir y la regulación de la vida, conocida con el nombre científico de homeostasis. Deja claro que descendemos tanto biológicamente como psicológicamente e incluso socialmente de un largo linaje que comienza con tan solo unas pocas células vivas: que nuestras mentes y culturas están ligadas por un hilo invisible a la antigua vida unicelular; Y que hay una poderosísima fuerza de autoconservación que lo gobierna todo y que es inherente a la propia química de la vida.

1. Contrariamente a lo que se suele pensar, las culturas no son simplemente la consecuencia directa de intelectos ricos dotados de lenguaje y socialidad. Detrás de las culturas hay un motivo, que tiene que ver con el afecto, específicamente con sentimientos de dolor, sufrimiento, deseo y placer anticipado. En resumen, más allá de las maniobras ciegas de la evolución biológica y antes de que el intelecto invente realmente las prácticas e instrumentos de la cultura, los sentimientos también controlan el éxito o el fracaso de las prácticas e instrumentos culturales. Los sentimientos intervienen prácticamente en todos los pasos de las negociaciones continuadas entre los hechos, las emociones que causan y las respuestas intelectuales relacionadas.

2. El origen de la influencia generalizada de los sentimientos es el extraordinario poder de la homeostasis, el conjunto de procesos que mantienen la vida, la proyectan hacia el futuro y guían la selección natural y la evolución biológica.

3. Contrariamente a lo que cabría esperar, las estrategias de comportamiento que son decisivas a la hora de construir las prácticas e instrumentos culturales ya están presentes en la vida primitiva, en los organismos unicelulares. Preceden a la aparición de los sistemas nerviosos en la evolución junto con las novedades que permiten: las mentes, y con ellas los sentimientos, la consciencia, el razonamiento y el lenguaje.

4. Los sistemas nerviosos enriquecen el proceso de gestión de la vida al coordinar e integrar muchos aspectos de la homeostasis y, más importante todavía, al permitir las mentes. Las mentes añaden asimismo diversas facultades nuevas a la caja de herramientas de los seres vivos, a saber: formación de imágenes y mapas de objetos y acontecimientos percibidos, memoria abundante para las imágenes respectivas (que puede usarse para predecir el futuro, inmediato y a largo plazo), abstracciones, simbolización, estructuración narrativa y traducciones de imágenes en lenguaje verbal.

5. Contrariamente a lo que se suele pensar, las mentes no son generadas únicamente por los sistemas nerviosos. Las mentes resultan de una interacción cooperativa de los sistemas nerviosos y de componentes no nerviosos de los organismos, es decir, de la operación conjunta de cerebro y cuerpo. El ejemplo básico de esta cooperación es el fenómeno de los sentimientos, que resulta de una interacción de procesos químicos y viscerales con procesos neurales.

6. El éxito de la Inteligencia Artificial (IA) ha reforzado la consideración de los cerebros como dispositivos computacionales y de las mentes como el resultado de la operación de algoritmos informáticos. Estos pareceres no son compatibles con la realidad de sistemas nerviosos encarnados y con el hecho de que las mentes resultan de interacciones entre cerebro y cuerpo. El papel fundamental del afecto en los procesos mentales y culturales es ignorado por los proyectos actuales de IA. Las aplicaciones de IA a la robótica y a los mundos de la “singularidad” y del “transhumanismo” no se ajustan a lo que actualmente se sabe de la vida y la humanidad.

7. La biología puede contribuir de dos maneras principales al conocimiento de las crisis sociales y de gobernanza actuales. Primera, la maquinaria bien conservada del afecto (impulsos, motivaciones, emociones y sentimientos) que maduró en los mamíferos, es responsable tanto de las respuestas destructivas como de las cooperativas que encontramos en los humanos y que pueden desencadenar conflictos o ayudar a resolverlos. Segunda, la homeostasis centrada en el individuo pierde su eficiencia al nivel de grupos grandes, que es donde la mayoría de sociedades contemporáneas vive en la actualidad. Esta pérdida de eficiencia solo puede contrarrestarse mediante una acomodación negociada a objetivos indispensables, un intento obligado de establecer la homeostasis al nivel social. Una sintonización fina de la maquinaria del afecto y la acomodación negociada de objetivos son el ámbito de las culturas y las civilizaciones. Solo pueden conseguirse mediante esfuerzos continuos, transgeneracionales, sintonizados a un conjunto de objetivos humanos previamente establecidos. Requieren esfuerzos enormes.