Árgoma, la bendición de la naturaleza

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Antiguamente servía para dar de comer a los animales y ardía en los hogares para cocinar o calentarse.

En la actualidad, además de dar alimento a abejas y abejorros durante todo el año, es un excelente recurso para la obtención de biomasa.

IGNACIO ABELLA

De entre todas las hermosas malezas que florecen en los montes y son la bendición de los campos, el tojo o árgoma (Ulex sp.) es una de las más despreciadas en nuestros días. El riesgo de incendio que representan los grandes argomales que se extienden por toda la zona atlántica, la necesidad de recuperar las praderas que invade, su crecimiento desmesurado que cierra senderos y coloniza terrenos abandonados, etc., hacen que muchos consideren esta mata como una maldición y paisanos y administraciones recurren con frecuencia a las quemas más o menos controladas de grandes extensiones. Pero, hasta ayer mismo, el árgoma proporcionaba recursos de valor incalculable a las economías rurales.

Se considera una de las cien plantas más invasoras del mundo

En el monte o en casa, una vez picada, servía para dar de comer a los caballos y al resto de animales domésticos en tiempos de penuria. Con su leño, se alimentaron caleros y hornos de pan y cerámica, siendo un combustible incomparable para fuegos de gran poder calorífico. Se traía a casa y se separaban con este fin los leños, dejando lo verde para forraje o cama del ganado, que hacía muy buen estiércol… y así podríamos continuar desgranando todas las bondades de esta planta espinosa que también se utilizó para abonar las tierras cuando escaseaba el propio estiércol. Incluso el vilipendiado tojo se sembraba en tierras gallegas y bretonas, vendiéndose la grana en las ferias. Su recolección masiva eliminaba el riesgo de incendios a la par que representaba un recurso vital. El abandono de los pueblos y sistemas tradicionales ha propiciado la extensión de esta planta que tiene un gran poder de regeneración. Se considera una de las 100 plantas más invasoras del mundo y, a su capacidad vegetativa de rebrote tras la tala o el fuego, une su potencial reproductivo a través de las semillas (cada planta puede producir hasta 20.000 semillas anuales) y su rapidez de crecimiento.

Actualmente, comienza a verse en el tojo un recurso para la obtención de biomasa para energía o compost y forraje de excelente calidad. Pero, al margen de sus aprovechamientos, tiene gran interés por su efecto facilitador para la instalación del bosque. Las plántulas de los árboles se benefician de la fertilidad del suelo que deja esta leguminosa y encuentran un buen refugio entre las matas espinosas.

Los inmensos paisajes que forman las landas de tojos por todas las zonas costeras, desde Escandinavia, al norte, hasta Portugal, en el sur, han conocido siempre una rica mitología. En Bretaña, se decía que las almas de los difuntos se demoran en los argomales y aparecen, a veces, con forma humana caminando sobre los matos sin doblarlos.

En esta región bretona, al pueblo inmenso de almas en pena se le llama Anaon y se creía que cumplía la penitencia de habitar en este purgatorio espinoso. Según reza la Leyenda de la Muerte, de Anatole Le Braz, cuando se va a atravesar un talud plantado de árgomas, hay que tener cuidado y, antes de iniciar la travesía, hay que hacer algún ruido como, por ejemplo, toser, para advertir a las almas que hacen allí penitencia y permitirles alejarse. 

Cuenta otra leyenda bretona que Dios hizo las flores del tojo y, para fastidiarle, el diablo creó las espinas. En compensación, Dios permitió que florecieran todo el año, tal como puede verse aún en los montes de Arrée. También se dice en este país que: “En todo lugar, en todo tiempo, hay flor de tojo” y los amantes antaño prometían quererse “mientras el tojo esté en flor”.

Cuentos aparte, podremos comprobar, en muchas comarcas, que las distintas especies de tojo florecen en épocas diferentes. Se entiende así la importancia que tiene para las abejas y abejorros esta floración perenne que les proporciona abundante polen, incluso en las épocas más difíciles.

Otros usos

En cuanto a las propiedades de la flor, en Burbia, León, se decía que: “Hay que darle o flor do toxo pra que le pase o anoxo”. Es decir que con la infusión se cura el empacho o indigestión. Las flores se usaron, además, para teñir.

Asimismo, en Galicia se hace con ellas un licor, mezclando un kilo de azúcar por tres litros de aguardiente y añadiendo unas mil flores de toxo que se recolectan y se dejan secar previamente durante un mes. Se deja macerar unos meses y ya está listo. También se planta en bordes de fincas, como seto impenetrable.