Calefacción ecológica y sana

13.2.2013
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Los sistemas apropiados de calefacción reducen el consumo de energía y el impacto ambiental.

Cómo evitar que el calor se escape.

Sistema de suelo radiante con acumuladores solares / 123RF

Mantener la casa cálidamente confortable es una de las necesidades que implica un mayor consumo doméstico de energía y un gran impacto sobre el calentamiento de la atmósfera. Los días de temperaturas más extremas, el gasto se dispara y las grandes empresas productoras de electricidad aprovechan para insistir en la conveniencia de recurrir a la energía nuclear y a otras opciones sucias para satisfacer la demanda.

La solución ideal es que la casa esté construida de manera que aproveche de forma pasiva las condiciones climáticas del entorno —siguiendo los criterios de la arquitectura bioclimática— para proporcionar un ambiente cómodo a lo largo de todo el año. Si no es el caso, el sistema más interesante para los climas con inviernos no muy rigurosos es la bomba de calor, alimentada, si es posible, por una fuente renovable de electricidad, como la solar o la eólica.

En los climas más duros, puede que resulte inevitable recurrir a las calefacciones basadas en combustibles —gas natural, biogás y biomasa. Si es ésta la elección, hay que considerar el tipo de caldera, teniendo en cuenta que las que rinden más son las de condensación y baja temperatura porque, aunque sean más caras, producen un ahorro a medio plazo.

Cada sistema de calefacción uno tiene sus ventajas e inconvenientes, pero es posible establecer una jerarquía en función de sus efectos ambientales.  

1. Acumuladores solares

La mejor opción es, sin duda, la calefacción alimentada con energía solar. En una vivienda unifamiliar se puede instalar un sistema prácticamente autónomo gracias a una superficie de 15 metros cuadrados de acumuladores solares. Éstos son capaces de calentar el agua corriente sanitaria por encima de los 45 ºC y un sistema de calefacción por paredes o suelos radiantes. Éste consiste en hacer circular el agua calentada por el sol hasta una temperatura que oscila entre los 40 ºC y los 50 ºC por un circuito de tuberías instaladas en la pared o bajo el suelo, que debe ser cerámico o de cemento para que transmita bien el calor, aunque también es posible hacer que el agua circule por radiadores. A veces, para que el sistema funcione a pleno rendimiento, es necesario instalar un acumulador de agua caliente y una caldera convencional de gas o eléctrica. 

La calefacción radiante proporciona el calor más sano porque no reseca el ambiente ni se basa en puntos calientes. Además, logra que el calor se expanda uniformemente por toda la casa. La instalación no es mucho más complicada que la de un sistema de aire acondicionados. El presupuesto –a partir de 2.000 euros– varía en función de las características de la casa. 

2. Caldera de pellets

Calentarse alrededor del fuego no es algo del pasado, sino del presente y el futuro. Incluso en un piso de ciudad podemos gozar de la visión hogareña del fuego y de un calor eficiente, barato, ecológico y sano. Las modernas calderas y estufas de pellets hacen posible esta maravilla. Se trata de materiales obtenidos del reciclaje de virutas, astillas o serrín procedentes de serrerías o de las industrias agroforestales.

Estos residuos se someten a un proceso de trituración, secado y prensado que da como resultado unos bastoncitos brillantes. Son los pellets, que pueden describirse como energía solar concentrada: son un biocombustible óptimo, con un gran poder calorífico y emisiones reducidas. Por otra parte, la acumulación de pellets no es peligrosa ni conlleva malos olores. Los únicos residuos son unas cenizas, que pueden ser aprovechadas como abono en jardines y tiestos. 

Las estufas donde se queman son aparatos autónomos que no necesitan de una gran chimenea para la salida de humos —basta un tubo de ocho centímetros de diámetro— y disponen de sistemas electrónicos de control. El coste de este tipo de estufa está algo por encima de las de gasoil o de propano, pero como el combustible cuesta la mitad, la inversión se amortiza en unos cinco años. Por otro lado, pueden combinarse con sistemas de acumulación solar para disponer también de agua caliente en la casa. 

3. Gas natural

La calefacción de gas natural sustituye a las de carbón y gasóleo a medida que la distribución del combustible se extiende por el territorio. No es la más ecológica, aunque algunas empresas se empeñen en afirmarlo. La combustión de gas natural, un recurso natural abundante pero finito, produce dióxido de carbono, además de óxidos de azufre y óxidos de nitrógeno.

Si fuera posible, convendría hacer funcionar la caldera de alta eficiencia energética con biogás obtenido de residuos forestales, agrícolas y domésticos, pero este combustible todavía no es accesible para todos. Poco aconsejables son las estufas que funcionan con carburantes líquidos o gaseosos sin toma de aire ni salida de humos, ya que resecan el aire interior y desprenden óxidos de nitrógeno que producen mareos o dolores de cabeza.

4. Electricidad

La electricidad es la última de las fuentes deseables para abastecer un sistema de calefacción, a menos que sea producida autónomamente con paneles fotovoltaicos y/o generadores eólicos (en este caso es la más recomendable). En general es una energía cara que procede, en parte, de las contaminantes centrales nucleares, las centrales térmicas y las incineradoras. Existen varios tipos de calefacciones eléctricas, cada una con sus ventajas e inconvenientes.  

• Los radiadores de última generación, fabricados en aluminio y con geles que conservan la temperatura durante horas, son más caros, pero su eficiencia es similar a la de una calefacción de gas, con la ventaja de que no producen humos de combustión ni precisan la instalación de tuberías por toda la casa. 

• Las bombas de calor permiten disfrutar de una temperatura ideal durante todo el año. Su coste de instalación y su consumo energético son moderados en comparación con otros sistemas eléctricos, pero crea unas corrientes de aire perjudiciales para las personas con problemas alérgicos o respiratorios. Además, hay que vigilar que en los filtros y conductos no se desarrollen mohos y bacterias.  

• Los convectores son los aparatos más baratos, pero también poco eficientes y sucios. Sus resistencias queman partículas de polvo y producen sustancias tóxicas, contaminantes o alergénicas. Pueden ser una buena opción para calentar un pequeño espacio; el baño, por ejemplo, durante un periodo corto de tiempo.  

• Los acumuladores cerámicos, que sólo consumen durante la tarifa nocturna reducida, tienen muy buena factura de gasto y un buen confort. Su mayor inconveniente es que apoyan las centrales nucleares, ya que la tarifa nocturna es más barata porque da salida a la producción nuclear.

Trucos para ahorrar calefacción

• Disponer de varios termostatos en la casa, sea cual sea el sistema de calefacción elegido, favorece el ahorro. No tiene sentido que las zonas donde se habita unas pocas horas o ninguna gocen durante todo el día de la misma temperatura que las habitaciones donde se pasa la mayor parte del tiempo.  
• Los hábitos de las personas que viven en la casa deben condicionar el uso de la calefacción. Mientras se está fuera, se puede dejar el termostato programado para que mantenga la casa a 15 ºC. En los dormitorios, la temperatura no tiene que superar los 18 ºC. En cambio, una sala de estar o un despacho que se ocupa durante el día debería mantenerse entre 20 ºC y 22 ºC. Cada grado adicional representará un aumento del gasto del 6 al 8 por ciento.  
• Un ventilador de techo mejora la distribución del aire caliente. Hay que colocarlo estratégicamente —cerca de un radiador o en la habitación que da al sur— y asegurarse de que el giro de las aspas sea lento. Hay que tener en cuenta que el calor se acumula cerca del techo y que el ventilador ayuda a bajarlo.