Cómo hacer biocombustible con las sobras del whisky

8.9.2014
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Conversamos en Escocia con el científico Martin Tangney, de la compañía Celtic Renewables, que nos explica que el whisky puede servir también para impulsar la emergente industria escocesa de los biocombustibles.

El científico Martin Tangney. @Celtic Renewables

Todas las miradas apuntan estos días hacia Escocia, donde independentistas y unionistas se disputan un brindis con el "agua de vida (“Uisge Beatha”). Así llaman al whisky por estas tierras, aunque los primeros en destilarlo parece que fueron los monjes irlandeses. Y ha tenido que ser un científico irlandés, Martin Tangney, afincado en Escocia, quien redescubra a estas alturas un segundo uso no ya del whisky, sino de las “sobras”, reconvertidas como “bebida” para los coches bajo la forma de biobutanol.

“El whisky se obtiene tan sólo con el 10% de todo lo que hace falta para producirlo”, recuerda el profesor Tangney, al frente de la compañía Celtic Renewables. ”El licor será siempre el oro más preciado, pero ha llegado la hora de pensar en qué hacemos con el restante 90 % de subproductos que hasta ahora se lo comía el ganado o salía por la puerta de atrás de las destilerías”.

El biobutanol es un biocombustible con un poder calorífico superior, casi equivalente al de la gasolina. Se podría usar además en motores diésel y de gasolina sin necesidad de modificarlos… 

Se estima que la industria del whisky genera al año en Escocia 500.000 toneladas de las residuos sólidos de los granos (“draff”) y 1.600 millones de residuos líquidos o zupia (“pot ale”). Todos esos subproductos, que ahora mismo sirven para alimentar al ganado o para contaminar el agua, podrían ser usados en un futuro muy próximo para producir cantidades industriales de biobutanol, por un proceso conocido como Fermentación ABE (usando bacterias para obtener Acetona, Butanol y Etanol).

Durante siete años, el microbiólogo irlandés ha estado experimentando con un equipo de la Universidad Napier de Edimburgo y con la destilería Tullibardine para perfeccionar la “alquimia” de los derivados del “agua de vida”. Su proyecto ha contado con el máximo respaldo del Gobierno de Escocia, empeñado en hermanar las renovables y el whisky, sus dos industrias más pujantes (después del oro negro, todo hay que decirlo).

La visión de Martin Tangney está ahora aún más cerca, tras el acuerdo recién firmado entre Celtic Renewalbles y Bio Base Europe, la principal planta de biotecnología de Europa, auspiciada por al UE para conseguir el objetivo del 10% de combustibles “limpios” en los coches para el año 2020.

“No tenemos aún una fecha en el horizonte, pero se trata de un paso de gigante hacia la creación de una primera planta industrial en Escocia que requerirá una inversión final de 25 millones de euros”, reconoce Tangney. De momento, tras una segunda ronda de financiación, la experimentación en la planta piloto de Ghent cuenta con una inversión de 1,5 millones de euros, para demostrar que es posible la producción a escala industrial del biobutanol.

“Está claro que el futuro va por ahí”, segura Tangeny. “Hasta compañías petroleras como BP lo han entendido, como lo demuestra el acuerdo con DuPont para crear Butamax, que produce biobutanol usando caña de azúcar, maíz o trigo. Creo que la producción de biocombustibles ha entrado en una segunda fase, después de las dificultades iniciales, aprovechando los residuos y los sustratos, como en el caso de whisky”.

La compración es tentadora, y Tangney entra al trapo sobre las ventajas del biobutanol con respeto al etanol: “Se trata de un biocombustible con un poder calorífico superior, casi equivalente al de la gasolina. Se podría usar además en motores diésel y de gasolina sin necesidad de modificarlos… “

“Pero tenemos que huir la competencia entre los combustibles "limpios”, advierte. “Todos son complementarios y nos ayudarán a completar un 'mix' de renovables que necesariamente será distinto en cada país. En Escocia, que tiene un gran potencial para la energía eólica y marina, resulta que tenemos también este fabuloso recurso, hasta ahora inutilizado, que son los subproductos de la producción del whisky”.

“Nuestra vocación es en cualquier caso decididamente internacional”, asegura el profesor irlandés. “Cualquier país con una alta producción de whisky o de cualquier otra bebida alcohólica, podrá seguramente sacar partido de nuestra experiencia, que está sirviendo para poner al día una tecnología cuya viabilidad industrial quedó demostrada en el pasado”.

Cualquier país con una alta producción de whisky o de cualquier otra bebida alcohólica, podrá seguramente sacar partido de nuestra experiencia

Recuerda Tangney cómo el proceso de fermentación ABE fue descubierto hace más de un siglo y llegó a ser usado durante la Primera Guerra Mundial. El microbiólogo irlandés se siente deudor de Franz Schardinger y Chaim Weizman, precursores en la producción de acetona. La motivación final se la dio el inventor norteamericano David Ramey, que puso el biobutanol definitivamente en el mapa…

“Esta tecnología se usó durante décadas para producir solventes, antes de caer en declive por un simple razón: la competencia de la industria petroquímica. Y por lo que respecta a su uso en los coches, recordemos que el etanol precedió al petróleo y que el propio Henry Ford lo consideraba el combustible del futuro”.

Lo que propone el fundador de Celtic Renewables es algo así como “un regreso al futuro”, condicionado ahora por el reto del cambio climático y la necesidad de fuentes renovables de energía, y asistidos por la tecnología que permite convertir azúcares complejos como la xilosa y la arabinosa en biocombustible, a partir de los restos generados por el malteado y la germinación de la cebada.

“El proceso de fabricación del whisky parece complejo, pero es tan simple como lo ha sido de desde sus inicios”, sostiene Martin Tangney, que cada vez mira con más aprecio el “scotch”. “Sólo hacen falta agua, cebada y levadura. Igual que somos capaces de extraer el preciado alcohol, ahora vamos a ser capaces de extraer también el combustible“.

Sin quitarse la bata del laboratorio, pero con la mentalidad de emprendendor, el fundador de Celtic Renawables aspira también a seguir tendiendo puentes entre la todopoderosa industria del whisky (más de 4.000 millones de euros en exportaciones) y la emergente industria escocesa de los biocombustibles, como Argent Energy… “Al fin y al cabo, unos y otros van a estar nutriéndose de la misma materia prima para aprovecharla al cien por cien. Es el círculo perfecto”.