¿Cuáles son las causas de la obesidad?

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En la obesidad influyen varios factores genéticos y ambientales. El estrés puede ser un desencadenante fundamental.

La obesidad es una de las principales y más extendidas amenazas para la salud. Está relacionada con un incremento de las probabilidades de desarrollar enfermedades cardiacas, insuficiencia respiratoria, artritis, algunos tipos de cáncer y alteraciones psíquicas, entre otros muchos problemas. 

Según un informe de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, afecta al 14,5% de la población mayor de 25 años, porcentaje que aumenta a medida que se incrementa la edad y entre las mujeres. Si se incluye a las personas con sobrepeso, la proporción de población afectada asciende al 40 por ciento. 

La hipótesis más divulgada sobre las causas de la obesidad sugiere que los afectados son víctimas de un simple error de cálculo: gastan menos calorías de las que obtienen de los alimentos. En consecuencia, el excedente se transforma en la grasa que rellena los michelines. Esta visión de la enfermedad hace que la culpabilidad recaiga sobre el "gordo": o se mueve poco, o come demasiado, o ambas cosas. 

Ya sea por razones de salud o estéticas, o por el empuje que ejerce la moda, la publicidad, los médicos y las publicaciones que prácticamente viven de vender programas de adelgazamiento, muchas personas se afanan en hacer más ejercicio físico, emprenden regímenes o siguen tratamientos farmacológicos y quirúrgicos con la esperanza de perder peso.

Sin embargo, pocas tienen éxito a largo plazo. Después de cinco años de tratamiento, sólo el 10 por ciento de los pacientes consiguen mantener el descenso de peso. El 90 por ciento restante recupera enseguida los kilos.

Pese a los fracasos, el prestigio de la explicación matemática se mantiene intacto. Ya se sabe que las simplificaciones triunfan. Otras enfermedades se consideran consecuencia de una complicada trama de factores ambientales, emocionales y constitucionales, pero la obesidad se continúa viendo, incluso entre profesionales, como una enfermedad de origen claro. Mientras tanto, muchos obesos sienten que no pueden hacer frente a su problema con los consejos que reciben.

Mecanismos cerebrales

Lo cierto es que se trata de fenómeno complejo, en el que están implicados mecanismos fisiológicos poco conocidos, así como factores ambientales y mentales. Para comprender la obesidad, primero hay que desbaratar premisas falsas, como que la cuenta de las calorías sea un dato crucial. Dos personas que siguen la misma dieta y realizan actividades idénticas pueden ser una delgada y la otra obesa. A partir de aquí se puede empezar a repensar la obesidad. 

Marià Alemany es catedrático de Bioquímica de la Universidad de Barcelona y, como profesional y como obeso, se ha interesado en las causas de la enfermedad. Sostienen que es la consecuencia de un desajuste en el mecanismo cerebral encargado de controlar el peso, producido por una combinación de factores genéticos, ambientales y dietéticos. Se trata de un mecanismo sobre el que resulta muy difícil actuar, quizá porque regula la obtención de la energía necesaria para sobrevivir.

Según Alemany, el factor genético no puede ser muy importante, porque los seres humanos de hoy tienen los mismos genes que hace miles de años y sin embargo actualmente hay muchos más obesos. Puede haber genes que predispongan a la obesidad, pero ésta solamente se desarrolla cuando confluyen otros factores. La dieta parece poseer más relevancia. En la actualidad, el acceso a una gran variedad de alimentos es fácil y se ingieren más proteínas, azúcares simples y grasas de las recomendables. También es evidente que hoy muchas personas hacen poco ejercicio. Pero el elemento que, según Marià Alemany, más puede estar contribuyendo al aumento de la incidencia de la obesidad en los últimos años es el estrés, variable a la que hasta ahora no se ha hecho mucho caso.

La influencia del estrés

Es frecuente que los obesos recuerden que su aumento de peso coincidió con una época de ansiedad. Es una relación confirmada por un estudio del doctor Thomas Ljung, del Hospital Universitario de Gotemburgo (Suecia), según el cual, las personas que sufren estrés prolongado o crónico tienen más facilidad para aumentar de peso. Ljung precisa además que la obesidad por estrés "ataca" al abdomen, tanto de los hombres como de las mujeres.    

El estilo de vida actual conlleva una dosis elevada de ansiedad en la calle, en los colegios, en el trabajo, incluso en el hogar. En situaciones de estrés, el organismo trata de obtener energía para salir del paso. Entonces se produce una producción mantenida de adrenalina, que a su vez favorece la liberación de glucosa, principal fuente de energía de las células. 

Pero la vida cotidiana de la mayoría de personas, aunque provoca estrés, no requiere que se utilicen los músculos. Entonces la energía no se quema, al tiempo que el cuerpo libera corticoides, cuya función es recuperar los niveles de grasa y de glucosa. Al final se produce una acumulación de grasa.

Centro de control del peso

El centro de control de este mecanismo de supervivencia se encuentra en el cerebro, concretamente en el hipotálamo, y funciona según una ley básica: conservar a toda costa las reservas. Cuando se sigue una dieta de adelgazamiento para reducir la obtención de calorías, el centro de control del peso ordena al cuerpo que reduzca la pérdida de calor, es decir, quema menos grasas. 

En individuos con poca grasa, una comida puede inducir un aumento en producción de calor -termogénesis- de hasta un 40 por ciento, mientras que una persona obesa apenas llega a un 10 por ciento. Esto significa que, en los obesos, la energía se almacena en forma de grasa en lugar de generar calor.

Por tanto, la regulación de las reservas es independiente de si se come mucho o poco. Si un obeso come menos, su organismo se adaptará y funcionará con menos grasas para no agotar las reservas. Los regímenes son ineficaces a largo plazo porque se basan en el principio de que si se ingieren menos calorías se queman las reservas, cuando en realidad no es tan sencillo. 

El cerebro de cada persona tiene registrado de alguna manera cuál es su nivel idóneo de reservas de grasa. Esta es la "teoría del set-point", desarrollada por William Bennet, de la Universidad de Harvard, hace ya más de 20 años. El proceso por el que cada organismo establece su nivel es complejo y empieza seguramente durante la gestación. Al parecer, los fetos que "pasan hambre" fijan un nivel alto y serán probablemente adultos obesos. Esto ocurre porque el feto se adapta a la frecuencia y cantidad de nutrientes que previsiblemente va a encontrarse fuera y establece los niveles de reserva de grasa que va a necesitar. Un estudio realizado en Holanda apoya la hipótesis: las personas cuya gestación tuvo lugar durante los dos años que duró el estado de sitio impuesto por los nazis en la II Guerra Mundial mostraron una tendencia mayor hacia la obesidad.

Variar el punto de ajuste

¿Es posible variar el “set-point” de un obeso? Esta es la gran cuestión. Algunos autores afirman que si por cualquier método se consigue reducir el peso de manera importante y se mantiene durante el tiempo suficiente, se produce el ajuste metabólico. Otros creen que no es tan fácil y buscan un fármaco que ayude al cerebro a darse cuenta de que al cuerpo le sobra grasa y que debe quemarla. 

El equipo de Marià Alemany trabaja bajo el supuesto de que existe una hormona que informa al cerebro de los niveles de grasa corporales. Esta hormona es el oleato de estrona, de la que los obesos tienen un nivel muy bajo en la sangre. A partir de esta sustancia corporal, Alemany ha elaborado un fármaco que se encuentra en fase de experimentación (y que ha probado en sí mismo con buenos resultados). 

El medicamento consigue reducir la ingesta, aumenta el gasto energético y regula el colesterol. Por otra parte, inhibe en el tejido adiposo blanco la expresión del "gen Ob", responsable de la síntesis de leptina, la llamada hormona de la obesidad, que actúa como un sensor periférico de la grasa. Según científicos estadounidenses, la leptina por sí misma puede ser la base de un tratamiento para algunos obesos. Los estudios sobre niveles en la sangre indican que hay grupos de personas con niveles bajos, altos y normales, lo que indicaría diferentes niveles de predisposición a la enfermedad.

Factor psicológico

Si en la aparición de la obesidad desempeñan un papel varios factores, entre ellos el mental, ¿es posible un tratamiento psicológico? En psicosomática, la obesidad es la expresión de un conflicto emocional que suele ir acompañado de otros síntomas como optimismo o pesimismo excesivos, avaricia, dependencia e impaciencia. Averiguar en qué consiste el conflicto exige una investigación del caso que frecuentemente lleva hasta los primeros años de vida. Es posible que sea el resultado de un deseo subconsciente de estar gordo para no resultar deseable y evitar un contacto sexual. O puede haberse desarrollado a partir del deseo de satisfacer a la madre. O como forma de atraer su atención. Para cumplir estos deseos inconfesables, la mente subconsciente puede actuar sobre el centro regulador del peso en el hipotálamo, algo de lo que la mente consciente no es capaz. El tratamiento psicológico puede ayudar a tomar conciencia del conflicto y a buscarle una solución.

¿Quién es normal?, ¿quién es obeso?

Ni la obesidad ni el sobrepeso son categorías médicas bien definidas. Está claro que existen factores culturales y sociales que influyen sobre su consideración. Una persona que hoy y aquí es considerada "gorda" hubiera sido bella, poderosa o fecunda en otros tiempos o en otras culturas. 
¿Qué es lo normal? ¿cuándo hay exceso? Hay quien piensa que está gordo porque le sobran unos kilos en comparación con el actor o la actriz de moda. Los jóvenes que están fuera de los cánones de belleza son marginados y no se integran fácilmente en los grupos de amigos. Esto crea una tensión que acerca hasta alteraciones graves como la depresión, la anorexia y la bulimia. 
Por otra parte, la barriga de los hombres maduros y la celulitis de las caderas femeninas, que se asocian directamente a una alteración del peso, no son en realidad síntomas de enfermedad. De hecho pueden considerarse caracteres sexuales secundarios normales. A algunos hombres les interesará saber que, entre los gorilas adultos, la barriga es un signo de capacidad reproductiva del macho y por tanto resulta seductora. 
Ni siquiera el Índice de Masa Corporal, utilizado por los profesionales de la salud, está a salvo de las contaminaciones culturales, pues el rango óptimo coincide sospechosamente con el canon de belleza establecido. Además no distingue entre grasa y músculo en su contribución al peso. Así, resulta que un atleta muy musculoso puede obtener la calificación de obeso.  
El índice de masa corporal se determina dividiendo el peso en kilogramos, entre la altura en metros al cuadrado. Si la cifra resultante es menor de 20, el sujeto es delgado; si está entre 20 y 25, el peso es adecuado; si se sitúa entre 25 y 30, existe un ligero sobrepeso; cuando el resultado mayor de 30 se  habla de obesidad. 
Al margen de las matemáticas, sólo debiera considerarse realmente obesa aquella persona que nota molestias, que siente cómo su cuerpo no le permite realizar actividades cotidianas. 
Dar a la obesidad la importancia que merece pero no más ayudaría a evitar males mayores, como el rechazo social y los acomplejamientos.

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