Desde Alaska con sabor

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Alaska dio la oportunidad a Eliza Eller y sus amigos de empezar una nueva vida, sana y alejada de la ciudad.

Crearon Ionia, la comunidad inspirada en los principios de la macrobiótica.

Eliza ha publicado "Cocinar sin recetas", mucho más que un libro de alimentación macrobiótica.

Como auténticos pioneros de la vida sana, cuatro familias americanas emprendieron su peculir aventura en la última frontera. Llegaron a Alaska hace 30 años, después de haber explorado California y el estado de Washington. Compraron cinco acres de tierra en los bosques de Kasilof, frecuentados en tiempos por los comerciantes de pieles y por los buscadores de oro. Echaron raíces en el norte indómito y fundaron lo que hoy se conoce como Ionia, la comunidad inspirada por los principios de la macrobiótica (en griego, “gran vida”).

“Los inviernos nos hicieron fuertes”, recuerda Eliza Eller, 52 años, una de las fundadoras, que ha visto nacer y crecer a sus 13 hijos en estos parajes incomparables. “No nos habría importando encontrar todo lo que hemos hallado aquí en un lugar un poco más cálido, pero esos sitios ya existen… Para marcar la diferencia, lo mejor es elegir un lugar donde no quiera vivir mucha gente”.

Ionia suena casi a un lugar imaginario, pero no es tan difícil ubicarla en el mapa. Basta con enfilar desde Anchorage hasta la península de Kenai, arrastrados por el imán de los glaciares y los fiordos. Los rigores y la oscuridad del invierno pueden eternizar las tres horas de viaje en carretera. Pero en verano las distancias se acortan y el paisaje nórdico cobra una vibrante intensidad, acentuada por el río rojo de los salmones remontando la corriente junto a la cuneta.

Alaska es definitivamente otro planeta, o tal vez la esencia misma de la Tierra. La mancha humana es mínima, aunque el desastre del Exxon Valdez sirvió como trágico recordatorio. El cambio climático está causando también grandes estragos, con incendios, plagas y especies invasivas, pero la razón primera y última que atrajo a los pioneros de Ionia sigue intacta: la inmensidad de la naturaleza, la sensación de estar en los confines del mundo, la libertad para imaginar una sociedad mejor…

“En Alaska encontramos cuatro ingredientes fundamentales”, recuerda Eliza. “Primero, la tierra impoluta y barata. Depués, una cultura de aceptación de la diversidad que no existía siquiera en el oeste americano, gracias a la influencia de las comunidades nativas. Las cuatro estaciones, con su vibrante energía, se viven aquí de un modo muy intenso. Y el último factor es la ayuda que recibimos del Estado y el apoyo financiero a  este tipo de proyectos”.

Tres décadas dura ya el sueño hecho realidad entre las nieves. Con una población flotante de 50 habitantes repartidos entre una larga de decena de caserones autoconstruidos, la comunidad se encuentra en pleno esplendor y en el tránsito de la segunda a la tercera generación. Los largos inviernos se soportan mejor en la Long House (la casa común) y en primavera empieza el trabajo en los campos de cultivo y en el granero, más las expediciones de rigor para la recolecta de algas en Elephan Rock y la recogida de bayas silvestres en la incomparable isla de Seldovia.

 
 Eliza Eller, autora de “Cocinar sin recetas”, en la comunidad Ionia.  
 

“Nuestra idea inicial era por así decirlo un poco 'egoísta'”, recuerda Eliza. “Todo lo que queríamos era una aldea basada en los principios simples y básicos de la macrobiótica, para nosotros y nuestros hijos. Pero esa idea ha ido evolucionado. Sobre la marcha nos hemos hecho más realistas, flexibles y pacientes”.

“Aunque la lección más importante ha sido mantener la confianza en nuestro sueño”, matiza la “pionera” macrobiótica, que bebió directamente de las fuentes de Michio y Aveline Kushi. “Seguimos creyendo en una idea cuyo momento ha llegado verdaderamente. En Ionia no tenemos la solución a los problemas, pero tenemos algunas de las respuestas para hacer frente a los retos a los que nos enfrentamos en todo el planeta. Cuando empezamos, estábamos aislados. Ahora somos una fuerza positiva de cambio en Alaska, estamos conectados con el grupo local de Slow Food y hemos ayudado a impulsar la Kenai Local Food Connection”.

Toda la sabiduría acumulada por Eliza Eller en estas tres décadas la ha volcado ahora en un libro, “Cooking without recipes” (“Cocinar sin recetas”), que lo dice todo o casi todo sobre su filosofía de vida. Todo en Ionia orbita alrededor de la comida, aunque la propia Eliza admite que esa idea también ha ido cambiando: para los “ionians”, tan importante como buscar el equilibrio entre el yin y el yang en la dieta es alimentar las actitudes y los pensamientos positivos.

“La segunda generación está debatiendo incluso si seguir usando o no el concepto de macrobiótica o cómo usarlo para lograr mejores resultados”, admite Eliza. “La conversación es algo primordial en Ionia, donde intentamos fomentar el pensamiento crítico. Practicamos la escuela en casa, los niños se familiarizan con los alimentos desde edad muy temprana, ayudan con la cosecha y en la cocina, y valoran el juego y el descanso tanto como el trabajo”.

“Cocinar sin recetas” es una introducción peculiar en “las fuerzas y los principios de la comida integral”, y al mismo tiempo una ventana abierta a un universo de sabores insuficientemente explorados por la cocina moderna: de los cereales enteros a las algas, pasando por las raíces, las semillas, los alimentos fermentados… Empezando por lo básico en invierno (una buena sopa de miso, fortalecida con crujientes trozos de mochi o arroz dulce salteados con aceite de sésamo), el libro van dando pistas –más que recetas puntuales– sobre cómo buscar el equilibrio y la variedad en la cocina.

“La receta más básica es esta: nunca cocinar lo mismo cada día”, admite Eliza, que nos da las claves sobre cómo combinar hasta diez métodos de cocción (más los alimentos crudos) y cómo adoptar los menús al cambio de estaciones y a los alimentos de temporada. El “kinpira de raíces” (zanahoria, cebolla, bardana, chirivía, daikon, raíz de loto) es uno de sus platos favoritos para cargar energía. El “kanten” de fruta con una crema de almendras o de anacardos (o con un puré de tofu y vainilla) es tal vez el postre más reclamado por los niños.

“No hay nada como una comida nutritiva para abrir tu mente”, sostiene Eliza, que nos invita a ver el alimento como energía y a incorporarlo de una manera natural a nuestras vidas, como se ha hecho siempre en todas las culturas, hasta que las imposiciones de la vida moderna y la invasión de los productos refinados en los supermercados nos hicieron perder el norte...

Alaska ha sido secularmente una encrucijada de culturas y continentes. En Ionia se han alimentado también de esa tradición: las nuevas generaciones han salido a recorrer mundo con el bagaje de la macrobiótica y han introducido en la comunidad sangre de Japón, de Cuba, de Guatemala, de México, de Francia, del Reino Unido. Todos los veranos, Ionia abre de par en par sus puertas y extiende su invitación hasta el último rincón del planeta… “Tal vez algún día, Ionia acabe dando a luz a bebés en forma de ecoalcadeas, para aprender a cocinar juntos otro estilo de vida, y sin necesidad de recetas”.

"Cooking without Recipes" es un libro de cocina práctico e inspirador que sirve de guía para las familias que buscan un camino más natural hacia la alimentación macrobiótica. Pero también una tierna historia sobre cómo criar a trece niños en una pequeña aldea ecológica de Alaska, cambiando la dieta y las mentes a lo largo del camino, llena de historias personales de embarazos, nacimientos, enfermedades infantiles, alegrías y contratiempos. Todo desde un punto de vista centrado en la comida y enmedio de los hermosos bosques de la Península de Kenai.