Huertos en rascacielos

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¿Erradicar el hambre y la pobreza sin invadir el entorno natural? La solución puede ser crear gigantescas granjas verticales.

El proyecto del profesor Despommier, The Vertical Farm, podría ver la luz en un futuro no tan lejano. 

SANTI PÉREZ

Desde la aparición de la agricultura, el ser humano ha contado con una fuente de alimentación continua que le ha permitido evolucionar hasta formar sociedades con culturas sólidas. Pero sustituir los ecosistemas funcionales por campos de cultivo y rebaños también ha conllevado la aparición de nuevos riesgos, como la exposición a niveles tóxicos de agroquímicos (paguicidas y fungidicas que acarrean una larga lista de infecciones.

Hoy, más de 800 millones de hectáreas de nuestro planeta, es decir, el 38% de la masa terrestre, se destina al cultivo para alimentar a una población que, en un plazo de 50 años, aumentará a unos 8.300 millones de habitantes. Para abastecer a los recién llegados, se precisarán 109 hectáreas adicionales de tierra de labranza que actualmente no existen. Por eso, es esencial concebir nuevos métodos de cultivo que permitan erradicar el hambre y la pobreza sin invadir un paisaje natural ya suficientemente alterado.

Evitar los químicos

Dickson Despommier, director de The Vertical Farm.

Una de las soluciones más aceptadas y dignas de consideración en la actualidad a cierto nivel práctico son las granjas verticales. Con mi formación como microbiólogo, empecé a dar forma a The Vertical Farm Project en el año 2001 y sigo desarrollándolo en la Facultad de Salud Pública de Mailman de la Universidad de Columbia (Nueva York). Básicamente propongo cultivar grandes cantidades de alimentos en “campos” dentro de edificios altos. Un ejemplo práctico sería un rascacielos de unas 30 plantas con paredes de cristal, provisto de un gran panel solar en el tejado. Cada piso actuaría como un invernadero o una pequeña granja, donde crecerían varios tipos de plantas y también animales. El conjunto se regiría por un sofisticado sistema de riego, y toda la energía para el mantenimiento y el reciclaje de residuos provendría de fuentes renovables. El proyecto pretende obtener una amplia cantidad y también variedad de alimentos para abastecer incluso a las grandes metrópolis sin depender en exceso de recursos que quedan fuera del paradigma de la agricultura urbana.

Lo que el proyecto plantea difiere radicalmente de lo que conocemos hasta ahora, aunque el cultivo en invernaderos existe desde hace tiempo y ya se ha abierto camino en los mercados mundiales. Es cierto que su actividad tiene un alcance menor que la de sus equivalentes exteriores, pero, a diferencia de éstos, permite producir cosechas durante todo el año. Por otro lado, prácticamente todos los regímenes de agricultura comercial utilizan agroquímicos, sobre todo fertilizantes, que requieren más nutrientes del sustrato que aportan. Su uso  o solo es caro, sino que alienta la aparición de malas hierbas, lo que convierte los herbicidas en un imperativo. También, la mayoría de los monocultivos son vulnerables al ataque de microbios y artrópodos, a los que las industrias agroquímicas han respondido concibiendo una cantidad pasmosa de sustancias químicas disuasorias.

Cultivos ecológicos

La aplicación regular de plaguicidas y herbicidas ha facilitado una producción agrícola creciente, pero muchas especies de plantas y artrópodos han desarrollado al menos un determinado nivel de resistencia a ambas clases de compuestos. Como consecuencia, cada vez se requieren dosis más elevadas de estos productos para obtener los mismos beneficios que el año anterior, lo que explica que la fuente de contaminación más destructiva en estos momentos sea la escorrentía agrícola (agua usada para el cultivo que se filtra al suelo). Mi planteamiento quiere huir de este peligroso proceso, por eso insiste en que los alimentos producidos respondan a un cultivo biológico y que únicamente se empleen dietas químicas definidas para cada especie, lo que suprime el uso de herbicidas, plaguicidas o fertilizantes. Pero, además, los rascacielos solo lograrán cumplir su cometido si se aplican procesos ecológicos; es decir, si se reciclan de forma segura y eficiente todos los residuos orgánicos y el agua usada, para convertirla de nuevo en agua potable.

Precisamente, uno de los desafíos más duros a los que se enfrentan los urbanistas es intentar incorporar el concepto de sostenibilidad en la gestión de los residuos (sólidos y líquidos). Desde una perspectiva tecnológica, todos los residuos sólidos pueden reciclarse de forma eficiente y utilizarse en generación de energía aplicando los métodos estándares en uso. De ahí que la incorporación de las estrategias modernas de gestión de residuos en el modelo de las granjas verticales pueda funcionar desde ya sin necesidad de inventar nuevas tecnologías. Eso sí, para ello es necesario que los gobiernos ofrezcan incentivos económicos y financiación al sector privado, así como a las universidades y administraciones locales, para desarrollar este concepto.[pagebreak]

Solo con energías renovables

Diseño de granja vertical de Oliver Foster.

En condiciones ideales, debería aprovechar al máximo las tecnologías centradas en la fermentación metánica de las partes no comestibles de los cultivos, es decir, de la producción de biogases. Las energías solar, eólica y mareomotriz también podrían contribuir a reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Islandia y otras regiones geológicamente activas como, por ejemplo, Italia o Nueva Zelanda, contarían con una clara ventaja en el aprovechamiento de la energía geotérmica, de la cual disponen en abundancia.El cultivo en el seno de los centros urbanos reduciría, o incluso eliminaría, el consumo de los combustibles fósiles necesarios para distribuirlos al consumidor y acabaría para siempre con la necesidad de quemar combustibles fósiles como parte del cultivo. Pero, ¿de dónde procede entonces la energía necesaria para mantener operativa una granja vertical?

Tal y como están concebidas, las granjas verticales deben ser fáciles de construir, duraderas, seguras e independientes de subsidios económicos y financiación exterior. En definitiva, deben dar beneficios. Si se logran conseguir estas condiciones a través de un programa de investigación continuo y global, la agricultura urbana podría abastecer de alimentos abundantes y variados al 60% de las personas que vivirán en las ciudades hacia el año 2030.

Recuperar ecosistemas

Aunque pueda parecer un objetivo ambicioso, no lo es si se tienen en cuenta las cifras que maneja el proyecto Vertical Farm. Según éste, una única granja con una huella arquitectónica de una manzana de edificios en la ciudad de Nueva York con 30 plantas de altura (aproximadamente 280.000 metros cuadrados) podría satisfacer las necesidades de 50.000 personas con las tecnologías disponibles en la actualidad. También sería posible una cosecha superior, pero requeriría una mayor investigación en ámbitos como la ingeniería estructural y mecánica o la microbiología industrial.

La concentración de la producción de alimentos en granjas verticales alberga, además, la promesa de la restauración de las funciones y servicios del ecosistema. Existen buenas razones para creer que, si simplemente se abandonaran las tierras de labranza y se permitiera que la tierra se curara por sí sola, sedaría una recuperación casi completa de muchos de los ecosistemas terrestres amenazados. Esta creencia deriva, en parte, de los datos arrojados por numerosas observaciones, como el estado biológico en el que se encuentran en el presente algunas regiones que en su día vieron gravemente dañadas por civilizaciones hoy extintas o por un cultivo desmedido. Los datos aportados por el Programa de Investigación Ecológica a Largo Plazo (LTER, en sus siglas en inglés) también ratifican esta idea. Acreditan la hipótesis, por tanto, de que si las granjas verticales pudieran reemplazar la mayor parte de la agricultura horizontal, se restaurarían los servicios del ecosistema que refuerzan un estilo de vida saludable.

Pero si la acción del hombre puede dejar de ejercer sus efectos negativos sobre la tierra, la agricultura interior también es capaz de conseguir que el clima deje de desplegar los suyos. No hay que olvidar que la agricultura tradicional depende por entero de lo que ocurre en el exterior y que cada año, en algún lugar del mundo, las cosechas sufren las consecuencias de la sequía o las inundaciones. A ello hay que añadir que una porción inevitable de lo que se cultiva se echa a perder en los campos antes de la recolección, y otra queda arruinada por hongos, insectos o ratones tras su almacenamiento.[pagebreak]

Por otro lado, la agricultura en sí es una actividad plagada de riesgos para la salud humana. Los mecanismos de transmisión de numerosos agentes patógenos, como la malaria o los esquistosomas, afectan a grandes franjas de la población, sobre todo a aquella que practica una agricultura de subsistencia basada en el cultivo sobre chamizado. 

En este sentido, la agricultura interior en rascacielos sería la solución, pues se mantiene totalmente ajena a los procesos naturales externos y tampoco utiliza heces humanas a modo de fertilizantes para los cultivos destinados al consumo. Por último, entre los objetivos de la agricultura urbana también está conseguir una serie de beneficios sociales: el primero es el establecimiento de la sostenibilidad como ética para el comportamiento humano.

Los beneficios sociales

Diversos estudios ecológicos demuestran cómo asociaciones íntimas de plantas y animales dieron lugar a relaciones tróficas que permitieron un flujo constante de transferencia energética en todo tipo de ecosistemas. Pero los humanos, pese a participar en todos los ecosistemas terrestres, no han sabido incorporar este comportamiento. Si se instauran con éxito las granjas verticales, podrían ser centros de enseñanza para las generaciones futuras de urbanitas al demostrar nuestra íntima conexión con el resto del mundo.

Transformar las ciudades en entidades que alimenten los mejores aspectos de la experiencia humana es el objetivo de todo urbanista y, con las granjas verticales como centro neurálgico, este concepto tiene una ocasión real de lograr el éxito. Las granjas en rascacielos tienen el potencial de lograr lo que en el pasado se había considerado prácticamente una utopía. Lo único que hay que hacer es construirlas de un modo que resulten tan agradables que cada vecindario quiera una para sí.