Larga vida a la comida “fea”

0 comentarios
El equipo de Espigoladors, que comercializa Es Im-perfect.

La zanahoria “fea”, la patata “ridícula”, la manzana “grotesca”, el limón “fracasado”… Todos ellos formaban parte de familia de las “Frutas y Verduras sin gloria”, popularizada hace cuatro años por la cadena de supermercados Intermarché en una campaña que creó conciencia. Francia tomó la delantera en el movimiento del “ugly food”: la mayoría de los supermercados ofrecen desde hace tiempo la posibilidad de comprar alimentos “feos”, hasta un 30% más baratos.

En Estados Unidos, Imperfect Produce abrió la espita en el 2015 en la bahía de San Francisco vendiendo verdura y fruta “imperfecta”, a la mitad de precio que los productos “perfectos” que llegan a los supermercado. Empezaron con 150 pedidos a la semana; acaban de superar el listón de los 10.000 clientes.

Ron Clark puso en marcha la compañía al descubrir que el 20% de los productos no llegan a las tiendas por razones “cosméticas”. La conciencia ante el “food waste” y la sensibilidad ecológica ante problemas como el cambio climático o la escasez de recursos hicieron el resto… “Nuestros principales clientes son “millenials”. A la nueva generación no tienes que explicarles nada porque hacen instantáneamente la conexión, y encima ahorran dinero”.

En nuestras tierras, la referencia obligada desde el 2014 es el proyecto Espigoladors, que cumple una triple función: social, económica y ecológica. “Nuestra idea es dar una segunda oportunidad, tanto a los alimentos como a las personas”, explica Mireia Barba, portavoz de la organización sin ánimo de lucro, que tiene un puente entre la inclusión social y la lucha contra el despilfarro alimenticio.

El 95% de la “cosecha” de alimentados descartados y recuperados por Espigoladors se dona a entidades sociales. El 5% se aprovecha y se “transforma” en sopas, mermeladas y zumos que se comercializan bajo el nombre “Es Im-perfect”: productos “imperfectos” y sin embargo sabrosos, saludables y sostenibles. Las marca es ya sinónimo de producción natural y de calidad y está ya basante extendida en Cataluña (recomendada por la “chef” Ada Parellada). Desde el barrio de San Cosme, en Prat de Llobregat, el reto es ahora llegar al gran consumo y extenderse por el resto de nuestra geografía.

En el Reino Unido, la comida “fea” tiene ya una marca puntera en el mercado: “Rubies in the Rubble” (“Rubíes en los escombros”), especializada en salsas, “chutneys” y compotas. Su creadora es una ex analista de la City de Londres, Jenny Dawson Costa, que decidió lanzar por la borda su prometedor futuro en el mundo de las finanzas para sacarle todo el jugo posible al “ugly food”.

“Mi vida cambió gracias a Tristram Stuart, el autor de Despilfarro, recuerda. “Me golpeó la conciencia un dato: más del 30% de los alimentos que se producen no llegan nunca a la mesa. Quise comprobarlo por mí misma y un buen día me di un madrugón para llegar a la apertura del New Covent Garden Market. Regresé a casa con la mochila repleta de alimentos “desechados” por los minoristas y con la cabeza llena de ideas para 'reciclarlos'. Así empezó todo”.

Superado ya el listón de los 30, Jenny Dawson Costa mira hacia atrás y lo ve todo envuelto en un halo verde y romántico: “Ahora me pregunto de dónde saqué esa convicción y esa fuerza. No sabía lo que era emprender: lo aprendí sobre la marcha y experimentando. Aún recuerdo los primeros días en la cocina de mi casa, con montañas de bananas, pepinos y mangos, dándome por contenta si lograba llenar veinte botes en un día”.

La creatividad es un ingrediente esencial en “Rubies in the Rubble”, y eso es algo que Jenny Dawson Costa heredó de su madre artista, que cultivaba alimentos en su propio jardín en Galloway (al suroeste de Escocia) e improvisaba recetas que con el tiempo le han servido de inspiración: “Mi infancia fue sin duda el caldo de cultivo. La cocina y el huerto fueron siempre una parte central de mi vida. De alguna manera he cerrado el círculo”.

“Rubies in the Rubble” atesora sin duda las recetas más sabrosas de la economía circular. Mostazas como el “London Picalilly”, salsas como el “Tomate con Especias Indias”, chutneys exclusivos como el de “higo, pera y oporto” o el original y único ketchup de plátano (sin olvidarnos del kethchup de chipotle o de la salsa de barbacoa de arándanos) son algunos de los productos más codiciados de una marca que se ha convertido en un imprescindible de la cultura “gastro” londinense…

“Al principio no revelamos cuál era el origen de nuestros productos: verduras y frutas perfectamente comestibles pero rechazadas por las tiendas y los supermercados”, reconoce Jenny. “Queríamos llegar a la gente por el sabor y por la originalidad, dar con las recetas perfectas, sentirnos orgullosas de nuestras salsas y nuestros “chutneys” (conservas especiadas y agridulces al estilo indio)".

"La historia de todo lo que hay detrás la empezamos a contar realmente a partir de los seis meses, y la respuesta fue increíble”, recuerda. “Nuestra misión es ahora añadir vida y valor a los alimentos, y notamos que el mensaje está calando. Los pedidos de los supermercados, tiendas y bares de sandwiches se dispararon de la noche a la mañana. Empezamos vendiendo 80 botes diarios y ahora vamos ya por los 1.000 botes al día, sirviendo sobre todo en grandes cantidades a restaurantes y cafés de Londres. Hemos aprendido mucho en todo el proceso y ahora no solo tratamos con los mercados, sino que vamos directamente a los agricultores, ".

Cinco mujeres (Jenny, Alicia, Joanna, Claudia y Ava) son ahora el alma de la compañía, que está creciendo más allá de lo que nunca soñaron, pero sin perder nunca de vista ni de gusto su misión: “Luchando contra el despilfarro alimentario con sabor”. Y también: “Preservando el planeta, bote a bote”.

Los números negros del “food waste”

 Unos 1.300 millones de toneladas –el equivalente a la tercera parte de la producción mundial de alimentos- se desecha todos los años.

 Con los alimentos que se desechan se podría alimentar a 3.000 millones de humanos y acabar tres veces con el problema del hambre.

 Cada ciudadano europeo despilfarra todos los años de 95 a 115 kilos de alimentos por cabeza.

 43 millones de europeos está por debajo de la línea de pobreza alimenticia.

 El 39% de los residuos generados en los hogares corresponde a frutas y verduras.

 Del 6% al 10% de los gases invernadero son producidos por los residuos alimenticios que acaban en los vertederos.

 La ONU se ha propuesto reducir el 50% del “food waste” de aquí al año 2025.

Archivado en: