Los secretos de la voz

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La voz de una persona revela su personalidad y su estado anímico y físico.

Es preciso cuidarla y desarrollar todo su potencial para que sus capacidades expresivas no se vean limitadas.

En su libro Una voz y nada más, el psicoanalista Malden Dolar explica que la voz humana es un vehículo de pensamiento, una herramienta de comunicación y un objeto que puede admirarse estéticamente. Pero en la voz hay algo más, un componente personal que revela y transmite a quienes escuchan un mensaje subliminal, bajo el que se esconden emociones y significados ocultos.

Una orquesta de emociones

En la voz se superponen todos nuestros diferentes yoes: el yo que queremos ser, el que queremos parecer, el que ocultamos y el que no conocemos. No es extraño que el resultado a veces rechine. Debemos reconocer que la voz tiene una extraña independencia. Vehicula aspectos de la propia personalidad y del estado emocional de los que a menudo no somos del todo conscientes. A través del tono, el timbre, el acento o el ritmo, transmite seguridad o desconfianza, tristeza o alegría, miedo o amenaza. La estrecha relación entre voz y emociones explica que éstas estén a menudo en el origen de sus afecciones. El desequilibrio emocional puede revelarse en una voz que resulta disonante, ya sea con el aspecto o con el mensaje que tratan de transmitir las palabras.

La estrecha relación entre voz y emociones explica que éstas estén a menudo en el origen de sus afecciones.

Una voz baja y apagada en un cuerpo robusto es tan chocante como una voz potente en un cuerpo escuálido. Lo primero es mucho más frecuente que lo segundo y da a entender que la persona no se atreve a mostrar todo su potencial. Por alguna razón tiene miedo. Puede ser algo pasajero, relacionado con una situación determinada, o algo aprendido muy pronto, quizás en la primera infancia.

Los bebés y los niños, salvo casos excepcionales, tienen un potentísimo chorro de voz que les sirve para afirmarse, salvo que un exceso represivo –en la familia o en el colegio- les obligue a “no levantar la voz”. Puede que se enseñe al niño a no molestar con gritos estridentes, pero también mal aprende a no hacerse oír, a ser sumiso. La voz infantil no debiera cortarse, sino desarrollarse y enriquecerse concediendo a los niños el tiempo y el espacio para la expresión libre y desinhibida. Además, la recitación, la lectura en alto y el canto deberían valorarse más que el silencio mortal de las aulas.

En los adultos, la voz poco clara, que se hace difícil de entender, a veces es debida a una falta de seguridad. La persona no está convencida de lo que dice, sus pensamientos son confusos y, por tanto, no puede expresarse a través de una voz transparente. Pero la voz permanentemente atronadora tampoco es un buen síntoma. Se puede estar utilizando para acallar la propia sensibilidad y para imponerse sobre los demás. Una persona que grita constantemente no se permite ser tierna y comprensiva.

Fisiología de la voz

La fisiología muscular de la voz abarca músculos respiratorios, laríngeos, resonadores, faciales y linguales. Cuando tenemos intención de hablar –o de cantar, gritar o susurrar- los sistemas nervioso central y periférico accionan sucesivamente los músculos que participan en la fonación. La contracción de los músculos torácicos sostiene la columna de aire que se empleará en la producción de la voz con un determinado tono, intensidad y énfasis. Inmediatamente después, se activan los músculos de la cara y la lengua, de manera que se produzcan en pocas milésimas de segundo, las articulaciones adecuadas para emitir vocales y consonantes. Fracciones de segundo después se produce el sonido laríngeo que será modulado por la boca.

Las alteraciones de la voz pueden ocurrir en cualquiera de los lugares y momentos mencionados, desde el primer paso en el sistema nervioso central –lo que incluye el nivel afectivo-emocional- al intermedio en la boca y el último, en la laringe.

Múltiples trastornos

Ocho de cada diez casos de afonía –pérdida de voz- o disfonía –voz ronca- se deben al uso incorrecto de la voz. Gritar más de la cuenta, hablar deprisa, sin respirar correctamente o acumular demasiada tensión muscular provocan que las cuerdas vocales sufran y, por lo tanto, que se produzca un deterioro de la voz o, incluso, su pérdida total.

En los adultos, la voz poco clara, que se hace difícil de entender, a veces es debida a una falta de seguridad.

Curiosamente está aumentando la incidencia de disfonías y afonías. Entre las principales causas encontramos el elevado ruido medioambiental que obliga a elevar el volumen, la inadecuada climatización de los lugares de trabajo y, sobre todo, el empleo de una excesiva tensión muscular para emitir la voz debido al estrés.

Una ronquera ocasional puede ser debida también a un estado de ánimo irritado que, a lo mejor, no se quiere admitir. Pude indicar, por ejemplo, que se necesitaría dar gritos pero que estos son reprimidos.

Por otra parte, las personas que emplean la voz en el trabajo y en condiciones estresantes, como profesores abogados o locutores son, lógicamente, las más afectadas por la disfonía. Si se trata de un episodio puntual y se deja de forzar la voz durante unas ocho o diez horas, la disponía puede desaparecer sin más. Pero, si no se respeta la recuperación, la inflamación, se puede convertir en permanente.

Prevención y tratamiento

La prevención y el tratamiento de las disfonías pasan por aprender a cuidar los factores que influyen sobre la voz y por mejorar la técnica vocal, es decir, aprender a utilizar correctamente la voz. En líneas generales, la técnica vocal incluye una adecuada postura corporal, ya que para utilizar bien la voz es necesario estar en equilibrio y sin tensión en la columna, una buena coordinación entre la respiración abdominal y la fonación, mediante inspiraciones cortas y espiraciones lentas, así como una vocalización correcta.

Se recomienda buscar ayuda médica si una ronquera no desaparece después de que haya pasado la alergia o el catarro que la desencadenó. Suele suceder que, cuando se busca tratamiento, los daños son ya demasiado grandes. A menudo se llega al extremo de que se forman nódulos en las cuerdas vocales, de forma que estas ya no cierran bien y se hace necesaria una intervención quirúrgica. Sin embargo, si las causas que dieron lugar al problema permanecen, la disfonía y los nódulos pueden reaparecer. Por eso, una vez más, actuar a tiempo sobre el verdadero problema y no olvidarse de los factores emocionales es la mejor prevención y el tratamiento más eficaz.

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