Más relajación, más energía en un minuto

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No sólo buscamos la relajación, sino el bienestar general, la tranquilidad ante los reveses de la vida, la calma cuando todo a nuestro alrededor se mueve.

¿Cómo puedo estar tranquilo con una persona que me pone nervioso?  ¿Por qué sueño siempre el mismo sueño angustiante, y cómo puedo dejar de soñarlo?  ¿Qué debo hacer cuando tengo ataques de hambre en los que me comería la nevera? ¿Cómo combatir los nervios que me produce el tener siempre sueño? ¿Qué debo comer para relajarme, cuando la visita del médico me altera tanto? Fueron algunas de las dificultades que salieron a la luz en una conferencia sobre relajación que ofrecí en unas jornadas sobre salud con todo tipo de público. 

No sólo buscamos la relajación, sino el bienestar general, la tranquilidad ante los reveses de la vida, la calma cuando todo a nuestro alrededor se mueve, la templanza delante de los mas diversos apetitos, la placidez de estar con nosotros mismos, el sosiego cuando hemos realizado un trabajo extenuante, la paciencia cuando tenemos prisa y nos encontramos atascados en el tráfico. Todos estos conceptos forman parte de lo que entendemos por relajación. De ahí la definición: Relajación es utilizar la energía necesaria y sólo la necesaria para realizar una tarea, sea esta física, mental o emocional, y al terminarla recuperarnos tan pronto como sea posible. De lo que se deducen dos premisas:

• Primera, hay distintos grados de relajación: desde la total que precisamos para conciliar el sueño; hasta la estimulante, necesaria para pasar un examen o una cita importante. Entre estos extremos, existe una gama de formas, conductas y actitudes relajantes que permiten afrontar los distintos problemas de la vida cotidiana con ganas pero tranquilos, con viveza pero con templanza, con claridad de objetivos pero pacientes.
• Segunda, la relajación es proporcional a la capacidad de adaptación a nuestras necesidades y a las del entorno, y a la fluidez con la cual realizamos este ajuste.

Veamos un ejercicio que nos puede ayudar a relajarnos.

Un minuto para ganar horas

Volver en un minuto a sentirnos en la tierra nos puede ayudar a regular el estrés durante todo el día. No perdemos un minuto, ganamos un día. 

De pie, cuando inspiramos, llevamos el peso del cuerpo hacia los talones y, cuando espiramos, hacia los dedos de los pies.
Sentados, entrecruzamos los dedos de las manos y entrelazamos la pierna a la altura de la rodilla, dejamos los brazos estirados con el tronco recto como contrapeso a la pierna entrelazada. El aire bajará al abdomen y su respiración se hará profunda.
Lavamos la cara en seco: con las palmas de las manos frotamos la cara desde el centro en dirección a las orejas, varias veces.
Estiramos las puntas de las orejas hacia arriba, después los lóbulos hacia abajo y finalmente apretamos ligeramente el cartílago alrededor de toda la oreja.
Colocamos las yemas de los dedos (menos el pulgar) sobre la frente y movemos el cuero cabelludo, continuamos en línea recta hasta la base del cráneo. Repetimos tres veces, dibujando tres líneas paralelas a la primera. 
Pellizcamos suavemente las cejas desde dentro afuera.
Damos un masaje circular con los pulgares, desde los costados hasta el centro de la base del cráneo. Sentimos como la columna vertebral se alarga hacia el cielo, y la relajamos.

Invitemos al cielo y la tierra a entrar en nuestra vida cotidiana: miremos el cielo, es el infinito, sintamos la tierra bajo los pies, e imaginemos un canal de luz que va de ésta última al cielo y vuelve atravesando el centro del cuerpo de abajo arriba y al revés.

Probadlo, ya me diréis.

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