Nuestro sistema inmunitario necesita del contacto con la tierra y los animales

1.3.2013
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“Vivir cerca de un entorno verde como un parque o un bosque, o convivir con una mascota mejoraría la capacidad de nuestro cuerpo de hacer frente a según qué agresiones”.

"Cada vez es más evidente el papel esencial que juegan los alimentos en los trastornos funcionales”.

Cerca de una trentena de expertos presentaron sus últimos estudios sobre la microbiota en la cumbre Gut Microbiota for Health, celebrada en Madrid del 24 al 26 de febrero.

El interés acerca de la microbiota intestinal y su efecto en la salud humana cada vez tiene más peso en el panorama científico. Ejemplo de ello fue la segunda cumbre Gut Microbiota For Health (GMFH), coorganizada por la Sociedad Europea de Neurogastroenterología y Motilidad (ESNM) y la Asociación Americana de Gastroenterología (AGA) con el apoyo de la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos (SEPyP).

Una de las hipótesis presentadas durante el GMFH fue la “Hipótesis de los viejos amigos” del profesor Graham Rook, de la University College London, quien afirmó que la urbanización ha supuesto un punto y aparte en la relación con la microbiota y, en consecuencia, en la maduración del sistema inmunitario. Las bacterias con las que las personas se relacionaban a diario en el ámbito rural, presentes en la tierra y en el ganado principalmente, han dejado paso al asfalto de las ciudades y nuestro organismo ha ido olvidando poco a poco a esos ‘viejos amigos’.

“No hay que confundirse, no estamos demasiado limpios —puntualizó el profesor Graham Rook—. La higiene es fundamental, con ella evitamos numerosas enfermedades, pero lo cierto es que el cuerpo humano ya no sabe cómo responder ante según qué organismos, porque al perder el contacto con ellos ha perdido la capacidad de hacerles frente”. Todo ello ha dado lugar a enfermedades cuya prevalencia hace unas décadas era mucho menor como alergias, enfermedad inflamatoria intestinal o enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple. 

Incluso la depresión puede estar asociada a la falta de autorregulación del sistema inmune, según Rook. Vivir cerca de un entorno verde como un parque o un bosque, o convivir con una mascota mejoraría la capacidad de nuestro cuerpo de hacer frente a según qué agresiones: “La biodiversidad del entorno es muy importante para mantener una buena salud. Las personas nos colonizamos, entre otras formas, a través de aire o el contacto con la piel, por ello estudiamos qué tipos de plantas, de suelos, de animales, favorecen la autorregulación del sistema inmunitario, a través de la microbiota”, comentó Rook.

El profesor Emeran Mayer, de la Universidad de California Los Ángeles, acudió al GMFH con los últimos resultados de sus estudios acerca del ‘Second Brain’, el sistema nervioso entérico que tenemos en el intestino y que está estrechamente conectado con el cerebro pero con autonomía propia. Los estudios en pequeños mamíferos han quedado a un lado y hoy en día ya existe evidencia científica en humanos, tal y como explicó Mayer: “Actualmente somos capaces de detectar algunos trastornos funcionales digestivos con un 70% de fiabilidad observando un escáner cerebral”.

Y del mismo modo que el intestino está directamente influenciado por el cerebro, el cerebro lo está por el intestino: “Es un círculo que se cierra pero actualmente conocemos mejor el cerebro que las vísceras, de ahí la importancia en seguir investigando la microbiota”, afirmó el profesor Mayer. Se abren así nuevas vías de estudio en el área de la psicología y la psiquiatría vinculadas a la salud intestinal. 

El Dr. Francisco Guarner, miembro del comité científico del GMFH, Jefe de la Unidad de Investigación de Aparato Digestivo del Hospital Vall d’Hebron y Presidente de SEPyP, destacó el gran interés que suscita la microbiota entre investigadores y clínicos. "Todavía hay un tercio de la microbiota humana que está sin decodificar genéticamente, pero los avances tecnológicos y las investigaciones permitirán en muy pocos años revertir todo este conocimiento en la salud de los pacientes”, aseguró el Dr. Guarner, responsable del proyecto MetaHIT en España.

“Algunas formas de dispepsia, el síndrome de intestino irritable o la flatulencia, por ejemplo, dentro de poco tiempo se podrán definir y diagnosticar de una manera más certera gracias a la evidencia científica que los relaciona con la microbiota intestinal”, afirmó el doctor Fernando Azpiroz, jefe del Servicio de Aparato Digestivo en el Hospital Vall d’Hebron. Asimismo señaló la importancia de analizar los efectos de alimentos básicos en la microbiota: “Estamos testando de qué manera las fibras, como la alcachofa o el salvado, y los probióticos, como el yogur, interactúan con las bacterias intestinales y cada vez es más evidente el papel esencial que juegan los alimentos en los trastornos funcionales”.

Vía: hkstrategies.com

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