Respirar para vivir mejor

2.1.2015
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Un sencillo ejercicio para descubrir y modificar la dinámica respiratoria. 

Un ser humano puede pasar aproximadamente dos meses sin comer. Y sin beber, unos dieciocho días. Pero sin respirar, sólo aguanta dos minutos. Así de importante es nuestra respiración, el intercambio entre nuestro cuerpo y el entorno que nos da la vida.

La respiración es un reflejo de los procesos vitales de la naturaleza y no sólo un fenómeno que caracteriza a los mamíferos; si la escuchamos y la seguimos, nos integramos en nuestro cuerpo, nos concentramos, relajamos, tonificamos y llegamos a otros niveles de percepción. 

Nuestro flujo de pensamiento está influido por la respiración y a su vez la influye. Cuando el estrés nos está dominando observaremos que la respiración se hace corta y rápida lo que imposibilita, entre otras cosas, la conciliación del sueño. Cuándo recibimos una sorpresa sincopamos, inspiramos y quedamos cortados de espiración. Cuando la angustia o la ansiedad se adueñan de nosotros tenemos sensación de ahogo, de no conseguir llenar los pulmones. En cambio la alegría nos da sensación de plenitud y de respirar con todo el pulmón que es precisamente lo que hacemos. 

La respiración es un proceso de intercambio, pero también de cambio: el cuerpo transforma el aire que inspiramos en otro que espiramos. Es un proceso de transformación. Una alquimia de unas quince respiraciones por minuto, repetida tantas veces, que, durante un día, ventila diez mil litros de aire. Un proceso alquímico que, practicado tal como enseñan los taoístas chinos, nos purifica y en su estado óptimo nos lleva a una vida larga y a la iluminación, a ser uno con el Universo.

Tanto física como mentalmente, una respiración fácil, tranquila, larga y silenciosa nos ayuda a serenarnos, a dormir o a emprender cualquier actividad. A continuación propondremos ejercicios para que la respiración adquiera estas cualidades.

Caminos para normalizar la respiración

Nuestro peso varía según inspiremos o espiremos. Cuando espiramos, pesamos más. Y al sentir el peso nos relajamos. Podemos acompañar el cuerpo con el pensamiento cuando espiramos  y sentir cómo, en cada espiración, sus partes van pesando desde los pies a la cabeza. Nos quedaremos durante cinco espiraciones en cada parte del cuerpo. Al cabo de un rato, percibiremos el descanso; si estamos tumbados nos entrará un sueño corto y reparador.

La respiración es un proceso consciente e inconsciente. Podemos intervenir en el proceso respiratorio para cambiarlo. Cuando la respiración ha sido privada de su ritmo e intensidad normales, cuando algún malestar no nos permite dormir, cuando los nervios traicionan nuestra concentración y la respiración se bloquea, podemos devolverle sus cualidades presionando las yemas de los dedos de ambas manos. Escucharemos, primero dónde respiramos, qué partes del cuerpo se sienten invitadas a respirar y se mueven con la respiración. 

Después, presionamos las yemas del pulgar y el índice de la mano derecha contra los de la mano izquierda, la respiración se manifestará en la parte alta del pulmón: bajo las clavículas, en los hombros, los omoplatos, las axilas y las primeras vértebras dorsales. Si presionamos las yemas de los dedos medios de las manos derecha e izquierda, el aire llenará la caja torácica hasta más abajo del esternón, por todas las vértebras dorsales y las costillas que les corresponden. Por último, si presionamos las yemas de los dedos anular y meñique de cada mano, sentiremos el efecto de la respiración en el vientre, la pelvis, el cóccix y la cadera.

Los mismos tres efectos y en el mismo orden conseguiremos si, estando de pie, sentados o tumbados boca arriba, presionamos contra el suelo la planta de los pies por la parte de los dedos; si la presión la efectuamos con la parte media del pie y, finalmente, si la presión la realizamos con los talones. 

Escuchemos después cómo ha cambiado el espacio respiratorio del cuerpo y  conseguiremos una respiración preparada para vivir mejor.

Para Elvira Lindo