Conversar

Conversar

07 Marzo 2013
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En nuestro interior se sucede continuamente la más interesante conversación. Desde el despertar establecemos un dialogo con nosotros mismos y si durmiendo soñamos, recibimos mensajes constantemente. Es un milagroso diálogo volátil o persistente que tiene forma de teatro, novela, poema, historia o cuento. Nuestro diálogo interior se compone de sueños, intuiciones, preguntas, emociones, pensamientos lógicos o irracionales.

Si paramos y los observamos detenidamente advertiremos su naturaleza veloz, enraizada en el pasado o el futuro, y sobretodo percibiremos su tono que va de la alegría a la tristeza, de la amenaza al gozo pasando por todos los matices del paisaje emocional en el que siempre estamos sumergidos. Observar el tono de nuestra conversación nos desengancha de su fuerza de arrastre, nos acerca a una ecuanimidad viable, a la posibilidad de escoger entre dejarnos llevar o dirigir.

Es una labor de amor hacia nosotros mismos que vale la pena realizar. Sólo es necesario escuchar el diálogo interior y sobre todo el tono en el que nos hablamos. El mejor tono es naturalmente el que es más amable hacia nosotros mismos. Porque como se ha dicho tantas veces, pero conviene siempre repetir, todo lo que necesitamos es amor.

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