Las abejas, en peligro por los insecticidas, pueden ser claves para atajar el SIDA

13.3.2013
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El veneno de las abejas podría acabar con el virus del SIDA, según una investigación cientítfica.

Al mismo tiempo, 72 organizaciones piden que se prohíban los insecticidas que están acabando con estos benéficos insectos.

Una toxina que se encuentra en el veneno de las abejas puede destruir el virus del SIDA sin causar daño al resto de células. Este es el hallazgo de un grupo investigadores de la Washington University School of Medicine en St. Louis (EEUU) y puede ser el punto de partida para desarrollar un gel vaginal que impida la infección del SIDA y que sirva de preventivo sobre todo en países africanos, donde esta enfermedad se extiende imparable.

"Nuestra esperanza es que en lugares donde el VIH se ha expandido, la gente podría utilizar este gel como medida preventiva para detener la infección inicial", asegura el doctor Joshua L. Hood, que ha formado parte de la investigación.

Según Hood, una ventaja de este enfoque es que la nanopartícula hallada en el veneno de las abejas ataca una parte esencial de la estructura del virus. Por el contrario, la mayoría de los medicamentos contra el VIH inhiben la capacidad del virus para replicarse. Pero esta estrategia antirreplicación no hace nada para detener la infección inicial, y algunas cepas del virus han encontrado maneras de evitar estos medicamentos y reproducirse. Por ello, esta línea de investigación abierta abre esperanzas para atajar el SIDA en un futuro próximo.

Pero mientras los científicos encuentran en las abejas remedios médicos, los humanos estamos acabando con las poblaciones de estos benéficos insectos. A principios de año, científicos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) identificaron tres insecticidas neonicotinoides (imidacloprid, tiametoxam y clotianidina), usados en algunos cultivos, que ponen en peligro la vida de las abejas.

La importancia de la polinización para la seguridad alimentaria y para la biodiversidad es incuestionable. Solo en Europa el 84% de los cultivos y el 80% de las plantas silvestres dependen de la polinización animal, en particular de los insectos. La polinización tiene un enorme valor económico: solo para la agricultura europea, se estima en unos 22 mil millones anuales de euros y a nivel mundial en unos 153 mil millones anuales de euros. Pero su importancia ecológica es aún mayor, siendo absolutamente fundamental para la conservación de la biodiversidad.

Durante los últimos 15 años, los neonicotinoides se han convertido en los insecticidas más utilizados y con más rápida expansión en el mundo, informa Ecologistas en Acción. Aunque promovidos por la industria como plaguicidas “benignos”, su acción sistémica (penetran en la planta a través de la savia, haciéndola tóxica a los insectos) les convierte en peligrosos neurotóxicos, habiéndose demostrado que afectan gravemente a las abejas y a otros insectos beneficiosos, así como a invertebrados del suelo fundamentales para su fertilidad. El Imidacloprid de Bayer, por ejemplo, se considera uno de los responsables del colapso de las poblaciones de abejas y es muy tóxico para otros insectos beneficiosos, incluyendo importantes invertebrados acuáticos y edáficos. También tiene efectos tóxicos agudos sobre las aves.

Ante esta grave repercusión en la vida silvestre, 72 entidades han pedido al ministro Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Arias Cañete, que apoye la propuesta europea de prohibir los plaguicidas tóxicos para las abejas, que no solo son esenciales para la polinización y la conservación de la biodiversidad, sino que también nos dan remedios a los problemas de salud y alimentos tan sanos y milenarios como la miel.

Fuentes: Scicasts y Ecologistas en Acción

 

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